Escritos : Un poeta de la China, Li Po

Un poeta de la China

Así, imagino, sucedió su muerte: la lumbre amarilla de la tarde que está declinando, envuelve al plácido poeta. No lo abruma el tiempo vertiginoso; la incansable sabiduría y la instrucción del taoísmo, le dieron la plenitud de la inmortalidad. El sabor de combinados elixires todavía se advierten en su lengua. Ha resuelto probar una vez más el vino, cuya sensación conoce tanto y bendice. Camina hasta la orilla del río y se sienta junto a un árbol. Mientras bebe, medita sobre el árbol, sobre la rosa, y sobre ese río que fluye y se obstina en perderse de sus ojos. Comprende que la belleza es común, y que esa inaudita revelación le brinda, de pronto, un comienzo de felicidad. Todo hombre, piensa, merece descubrir la eternidad de la naturaleza. La tarde de oro es imperceptible en el horizonte; el vino sigue corriendo por sus labios. Es inmortal el poeta, ahora lo sabe como una certeza inexorable. Se levanta y baja por la orilla hasta sentir la frescura del oleaje. Un bote destartalado flamea en el agua. Siente que ahondar en el río es penetrar aún más en la naturaleza. Sube al bote y navega hasta el centro, surcando el agua. La noche cubre todos los rincones. Su penumbra se confunde con la del río y parece uno.
Imagina versos que nunca escribió y que no escribirá, y piensa, que ya imaginándolos, se convierten en parte del Universo. A un costado de su bote ve el disco de la luna acostado en las negras aguas. Arriba la majestuosa y la real, aquí, la otra, no menos natural, su reflejo. La ve blanca, bella, ilimitada.
Ya ebrio, ya inmortal, quiere abrazarla y se arroja en el profundo río.

Fuente: Panorámica del Observador, José Ignacio Alonso, Literatura , Cuentos , nos reservamos los derechos.