Lo que suele llamarse, inequívocamente, poesía actual, -cuya presencia, aunque pobre, no desconocemos- suele tomarse ciertas licencias que impugna a la misma poesía, y que no nos cansaremos de repudiar. Transcribo unos versos, extraídos de cierta revista literaria, uno de los pocos modos de citarnos con un joven poeta actual:
Con sus ocho centímetros,
El cuerpo pasa
A una mínima velocidad de desplazamiento, casi
Su carne no existe, o sí
Encerrada en la tela fría
Quien todavía no ha descubierto la adivinanza confirmo que la entusiasta poeta está hablando de un caracol. Quiero que el lector no olvide que se trata de un poema. Nos preguntamos de inmediato si esta escritora ha leído alguna vez algún poema, y si lo ha hecho, a qué poeta leyó. La revista declara que estudia Letras hace algunos años y debemos entender que ha leído a más de un poeta interesante. No obstante, no es nuestro deseo ensañarnos con ella, más bien hablamos de un arquetipo de poeta, que vive en este siglo y que ignora todos los anteriores. Debemos llamarlos versos, porque los ha escrito uno bajo el otro, consecutivamente; este orden, según Borges, prepara nuestro espíritu para que nos encontremos con las imágenes poéticas. Pero cuando comenzamos a leer, nos encontramos con algo más parecido a un manual de ciencias naturales. Paulo maiora canamus! Grita Virgilio.
El moderno –o lo que quiera significar ese epíteto-, el pedante moralista, quiere entender que la crítica literaria es anticuada, y con la misma profunda simpleza, sostiene que todo es poesía. Este error ridículo es la bandera que ha llevado ad absurdum esta nueva generación. Otra forma de dicha ignominia es el relato de instantes frívolos o de cosas comunes. Para no ser injusto, transcribo versos de otro poeta:
James Lawrence vive en Sault Saint Marie
Tiene una voz
Afelpada y grave
Y sueña con ser
El galán de la tarde.
Una mujer contesta el teléfono,
Pregunta cómo está el tiempo en Ontario.
Está ventoso, dice James, la nieve
Ha comenzado a deshacerse
Y se insinúa en el aire
La próxima primavera.
Inútil transcribir más versos. Nos basta saber que tratan de personas que, juzgando por algunos accesorios (boxes y teléfonos), trabajan en calls centers. Sin esforzar la voluntad, encontramos dos pecados, pero sé que son innumerables: el primero pretende convertir un insuficiente relato en un poema, limitándose a dividirlo en versos. El segundo es de orden metafísico; quiere extraer el sublime sentimiento poético de un acontecimiento sencillo y hasta vulgar. Sospecha que el instante es lo suficientemente fuerte y abandona toda laboriosa imagen literaria. Pero el realismo reclama a la verdad, y la verdad, a su vez, reclama transparencia. Y sabemos que la poesía no solo carece de transparencia, sino que es su más fervorosa antagonista. Otro ejemplo poco feliz son los poemas que pretenden un exagerado compromiso social. El poeta comprometido no puede evitar caer en las vulgaridades de la ironía y del sarcasmo, que es el único modo que un argentino se siente un eficiente progresista.
Me abstendré de pensar la poesía actual por su forma. De hecho, es el único análisis que suele hacerse sobre ella. Se ha hablado mucho de sus ediciones caseras y de los extraños diseños que se emplean. Pero poco y nada se habla sobre lo escrito. El objeto de la poesía es el placer inmediato que brinda la percepción de la belleza, y no la prisa de editarla. La indiferencia de dicha belleza se debe a su total desconocimiento.
Fuente: Panoramica Del Observador, Jose Ignacio Alonso, Literatura , Poesia , Notas destacadas , nos reservamos los derechos.
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Excelente, es casi como sentir el pie por donde se camina cuando se escribe ultimamente. Abrazo.
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