Continuacion de la primera parte.
PÁRRAFO QUE SE COMENTA
Una vez que la familia se ha organizado y dirigido perfectamente, el reino está bien gobernado. (Sigue...)
COMENTARIO: El que quiera gobernar un reino, debe poner antes orden en su familia; en efecto, el que no tiene alientos para dirigir su familia, mal los tendrá para dirigir un pueblo.
De ahí que un príncipe pueda perfeccionarse en el arte de gobernar, aún sin salir de su
palacio, pues por la piedad filial se instruye en las relaciones para con su soberano, por la deferencia hacia sus superiores en el hogar se instruye en el respeto hacia los ancianos; por la benevolencia hacia sus familiares se instruye en sus relaciones para con la multitud.
El príncipe en sus relaciones con el pueblo es como la madre que estrecha en su seno
al recién nacido. Procura adivinar sus deseos y si bien no los conoce claramente, los adivina vagamente por un acto de suprema intuición.
Una sola familia reinante dotada de humanidad y caridad, bastará para que en toda la
ción nazcan esas dos virtudes; una sola familia reinante que sea amable y condescendiente, bastará para que toda la nación esté repleta de condescendencia y amabilidad; un sólo hombre -el Príncipe- que sea avaro y codicioso, bastará para que en toda la nación reine el desorden. Tal es el punto de donde arrancan las virtudes y vicios expresados. Por eso dice el proverbio: una sola palabra, pierde un pleito; un sólo hombre determina el porvenir de una nación.
Yao y Chun gobernaron el imperio con humanidad, y el pueblo les imitó.
Kie y Tcheu lo gobernaron con crueldad, y el pueblo les imitó también. Lo que estos
últimos príncipes ordenaban era contrario a los deseos del pueblo y éste se sublevó. Por
eso el Príncipe debe poseer todas las virtudes y debe procurar que el pueblo las posea también. Si no las posee ni las practica, mal puede exigir que sus súbditos las posean y las practiquen de por sí. Que el que no tiene en su corazón nada bueno ni virtuoso, sea capaz de ordenar a sus semejantes la práctica del bien y de la virtud, es empeño imposible y contrario a la naturaleza de las cosas.
Dice el Libro de los Versos:
«¡Cuán hermoso y encantador es el albaricoquero! ¡Cuán abundantes y vivas son sus
hojas! Semeja una recién casada que va a la morada de su esposo para conducirse rectamente con las personas de su familia».
Conducíos rectamente para con las personas de vuestra familia y podréis luego dirigir y gobernar un Estado.
Dice el Libro de los Versos:
«El príncipe cuya conducta está impregnada de equidad y prudencia, verá a los hombres de las cuatro partes del mundo imitar su rectitud».
Por eso se dice en el texto: El arte de gobernar bien una nación consiste en poner previamente orden en la familia de uno mismo.
PÁRRAFO QUE SE COMENTA
Una vez que el reino esté bien gobernado, el mundo goza de paz y se desenvuelve según la armonía.
COMENTARIO: Esto quiere decir que si el príncipe trata con respeto a su padre y a su
madre, el pueblo sentirá piedad filial hacia él y lo considerará como padre de todos; que
si el príncipe trata con deferencia a sus hermanos mayores, el pueblo sentirá hacia él deferencia paternal; que si el príncipe siente conmiseración hacia los huérfanos y desvalidos, el pueblo tendrá buenos sentimientos. Por eso, el príncipe tiene en sí la regla y medida de todas las acciones.
No practiquéis para con vuestros inferiores aquello que reprocharíais en los que están por encima de vosotros; tampoco practiquéis para con vuestros superiores aquello que reprocharíais en vuestros inferiores; no practiquéis para los que han de venir detrás de
vosotros, aquello que reprocharíais en los que os han precedido; no practiquéis para con los de vuestra izquierda, aquello que reprocharíais en los que están a vuestra derecha; no practiquéis para con los de vuestra derecha, aquello que reprocharíais en los que están a vuestra izquierda. He aquí la regla y razón de todas las acciones.
Dice el Libro de los Versos:
«El único príncipe que inspira alegría es aquel que es considerado como el padre y la
madre del pueblo».
Amar lo que el pueblo ama y odiar lo que el pueblo odia: he aquí en lo que consiste
el ser llamado el padre y la madre del pueblo.
Dice el Libro de los Versos:
«Mirad a lo lejos esa gran montaña con sus rocas y precipicios que conmueven el ánimo más valeroso. Como ella, ministro Yu, te destacabas orgullosamente y sembrabas el
terror en el pueblo».
Aquel que posee un imperio, debe velar atentamente sobre sí mismo al objeto de practicar el bien y evitar el mal; si no lo hace así, la ruina de su imperio es cosa inevitable.
Dice el Libro de los Versos:
«Antes de que los príncipes de la dinastía de Yu hubiesen perdido el afecto del pueblo,
eran considerados como el Todopoderoso. La situación actual de los mismos nos muestra que es difícil de conservar el mandato del Cielo».
Lo cual quiere decir: «Si ganas el afecto del pueblo, ganarás el imperio; si pierdes el
afecto del pueblo, perderás el imperio».
Por eso el príncipe debe ante todo velar atentamente por su principio racionar y moral.
Si posee las virtudes que derivan de ese principio, poseerá el corazón de los hombres; si
posee el corazón de los hombres poseerá también el territorio que éstos habitan, poseerá
también los impuestos, si posee los impuestos, podrá usar de ellos para administrar el Estado.
Lo fundamental estriba en el principio racional y moral; lo accesorio está constituido por las riquezas.
Preocuparse excesiva miente de las riquezas y descuidar la base fundamental, que es el
principio racional y moral, es pervertir los sentimientos del pueblo y excitar en él los deseos de rapiña.
Si un príncipe, pues, no piensa sino en amontonar riquezas, el pueblo le imita entregándose a todas las malas pasiones; si, por el contrario, administra debidamente los impuestos, el pueblo se mantiene en el orden y en el respeto al soberano.
De ahí que si un rey publica leyes contrarias a la justicia, encontrará una gran resistencia a su ejecución por medios contrarios también a la justicia; si adquiere riquezas por medios violentos y contrarias a la justicia, las perderá por medios también violentos y contrarios a la justicia.
Dice el Khang-kao:
«El mandato del Cielo confiriendo la soberanía a un príncipe, no es un mandato
eterno».
Lo cual significa que se obtiene tal mandato practicando la justicia ,y la virtud, y que se pierde practicando la injusticia y el mal.
Dicen las Crónicas de Tsu:
«La nación de Tsu no conceda valor alguno a los aderezos de oro y piedras preciosas; en cambio, considera como de valor inestimable a los hombres virtuosos y a los ministros
buenos y sabios».
Kiu-fan ha dicho:
«En los viajes que he hecho no he encontrado nada de valor; el amor hacia los hombres
y el especial afecto hacia los padres son las únicas cosas que tienen un positivo valor».
El Tsin-tchi dice:
«Si yo tuviera un ministro de perfecta rectitud, aunque no tuviera más mérito que éste, valdría para mí más que si poseyera un extraordinario talento. Pues ya se cuidaría él de emplear en el servicio del Estado a personas de gran capacidad y no experimentaría
envidia hacia ellos. Si diera con otro hombre de gran virtud, no se limitaría a elogiarlo, sino que lo, incorporaría a sus funciones. Delegaría yo en un tal ministro el cuidado de gobernar a mis hijos y a mi pueblo.
»Por el contrario, cuando un ministro siente envidia hacia los hombres de talento, y cuando a causa de esa envidia los aleja del gobierno del Estado o no los emplea más que en cargos inferiores y aún poniéndoles toda clase de obstáculos, entonces siento yo que, a pesar de que un tal ministro posea un talento eminente, es incapaz de proteger a mis hijos y a mis súbditos. Constituye en realidad un peligro para el Imperio».
Solamente el hombre virtuoso y dotado de la virtud de la humanidad, es capaz de alejar
de sí a un tal ministro, desterrarlo y obligarle a vivir entre los bárbaros que pueblan los cuatro ámbitos del Imperio. Solamente el hombre justo y dotado de la virtud de la humanidad es capaz de amar y odiar debidamente a los hombres.
Ver a un hombre virtuoso y dotado de talento, y no darle un cargo en proporción a su
mérito; darle un cargo en proporción a su mérito y no tratarlo con la consideración que
merece: he aquí dos maneras de injuriarlo.
Por el contrario: ver a un hombre perverso y no rechazarlo; rechazarlo y no desterrarlo
a un lejano país; he aquí dos cosas condenables en un príncipe.
Un príncipe que ama a los que son objeto del odio general, y que odia a los que son
amados por todos, comete lo que se llama un ultraje a la naturaleza humana y se expone
a sufrir graves calamidades.
Por eso deben los soberanos someterse a una estricta regla de conducta; adquieren esta regla por la sinceridad y la fidelidad: la pierden por la violencia y el orgullo.
Hay un procedimiento infalible para que aumenten los recursos de un príncipe: que sean
numerosas las personas que los proporcionan y que sean escasas las personas que los disipan; que trabajen penosamente los que los aumentan con el sudor de su frente y que gasten con moderación los que los disipan.
Cuando el príncipe es humano y práctica la virtud, el pueblo ama forzosamente la justicia; cuando el pueblo ama la justicia, los asuntos del príncipe marchan bien y todos los impuestos son cobrados sin dificultad ninguna.
Meng-hien-tseu ha dicho:
«Los que crían caballos de carreras y poseen carros de cuatro caballos, no se dedican
a criar gallinas ni cerdos, pues es éste, negocio de pobres. Una familia distinguida no cría bueyes ni carneros. Una familia de príncipes no sostiene a ministros que no piensan sino en aumentar los impuestos para enriquecerse más cuenta le tendría, sostener a ministros que quisieran despojar a los propios príncipes de sus tesoros».
Quiere esto decir que los gobernantes de un reino no deben crearse una fortuna particular con dinero de la nación, sino que su única riqueza debe consistir en la justicia y en la equidad.
Si los gobernantes no piensan más que en crearse una fortuna personal, verán afluir en
torno suyo una porción de hombres depravados que se mostrarán ante esos gobernantes
como personas honradas, ganando así su confianza y constituyéndose de hecho en gobernantes.
Pero la administración de esto, les atraerá la cólera del Cielo y la venganza del pueblo. Y una vez que las cosas hayan llegado a tal extremo, ¿qué ministro, por honrado y sabio que sea, podrá evitar que la nación escape a la catástrofe?
Quiere esto decir que los gobernantes de un reino no deben crearse tina fortuna particular con dinero de la nación, sino que su única riqueza debe consistir en la justicia y en la equidad.
CONTINUACIÓN DEL TEXTO DE CONFUCIO
Hay un deber igual para todos los hombres, desde el más elevado al más humilde, y este
deber, que constituye el fundamento de todo progreso y de todo desarrollo moral es el siguiente: corrígete y mejora tu persona, es decir, perfecciónate a ti mismo.
La naturaleza de las cosas exige que lo que tiene su fundamento en el desorden y en la confusión, es incapaz de originar nada que resulte adecuado y conveniente.
Evitad siempre el tratar ligeramente lo fundamental, haciendo hincapié en lo secundario.
Fuente: Panoramica Del Observador, Literatura , Cuentos , nos reservamos los derechos.
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