martes, 9 de noviembre de 2010
El monito
El show del mono tití fue presentado en el circo y recibido por el público con mucho entusiasmo.
La carpa estaba plena, lleno de niños gritando "¡mono mamá, mirá el monito!". El monito, en su estado más enérgico y atlético, saludaba a la gente con sus manos enguantadas de blanco, chalequito con lunares rojo y gorrito turco de mismo color y una sonrisa colgada de oreja a oreja.
La música empezó a sonar, salía de una cajita musical que era manejada por un señor muy viejo, encorvado y de muchas arrugas, pelo y barba blanca muy larga, casi le llegaba hasta el piso. Inmutable, inexpresivo, pero conciente de su rol de hacer andar a la cajita.
El mono tití bailaba, saltaba, hacía malabarismos con naranjas, pelotas de tenis y hasta con palos con fuego. Risas y risas, aplausos y aplausos inundaban de ruido al circo. De aquí para allí, salto tras salto, los niños se divertían, el monito se regocijaba. Miraba al público, jugaba con ellos, las señoras se alejaban, los nenes lo querían agarrar. El monito se libraba fácil y aireoso y con una sonrisa encantadora. De pronto, en medio de todo el gentío, vio a un hombre con un sombrero de copa negro que lo miraba fijo, muy detenidamente, sin muecas de sonrisa o expresión alguna de simpatía. Fumaba un habano largo y largaba bocanadas que cubrían de humo su sobretodo negro. Lo que más le impresionó al mono tití no era el humo o el sombrero, sino la mirada incisiva, seria y profunda que emanaba el hombre ante cada bocanada.
La expresión del monito, por unos cortísimos segundos, empezó a mostrar cierto nerviosismo y algo de inquietud. La mirada, esa mirada. Un nenito abrazó al mono cuyo afecto lo hizo volver al circo y lo hizo continuar con su show tan entretenido y alegre. La sonrisa le volvió y contagió a todos de su frescura y naturalidad.
Después de hacer una impresionante voltereta a través de un aro en llamas, levantó la vista hacia el público para recibir el multitudinario aplauso y vio que el hombre del sombrero de copa se había parado, con mismo temple frío, fumando su habano, contrastando notablemente con el resto que aplaudía enloquecidamente a pesar de estar sentados.
La bocanadas iban y venían, la música sonaba, las risas hacían eco, la mirada del hombre era tan inquietante que parecía que lanzaba cuchillas invisibles hacia el corazón del monito. Corazón que palpitaba cada vez más fuerte y fuerte, las piernas se le habían empezado a aflojar y las manos a transpirar, la sonrisa desapareció y los ojos se desorbitaron de su cara. Sin control de sus miembros el monito empezó a ver un poco nuboso, a exhalar e inhalar caóticamente, como si el corazón quisiera salir por su boca sin éxito. La mirada, esa mirada.
La gente había perdido definición, se veía difusa, como borradas y sus risas se escuchaban como si estuvieran bajo agua. Sin embargo el hombre permanecía intacto, su mirada parecía aún más intensa, sus ojos oscuros brillaban más que la luz de la carpa. Aplausos, aplausos y aplausos. Encorvado y asustado, el monito quería escapar, irse inmediatamente del circo, giró su cabeza y vio que estaba atado a la cajita musical que seguía sonando sin parar junto con el señor de barba larga aún inexpresivo. Tiró y tiró de la soga que no podía desatar y ante este inconveniente, el monito se enloqueció y empezó a gritar desesperadamente unos chillidos que podrían aturdir a cualquier sordo. La estrella del circo se convirtió en un simple animal asustado. Las risas iban cada vez en aumento, los aplausos parecían marcar el ritmo de los latidos del animalito, las bocanadas del habano habían llenado el circo de humo. De pronto, el monito cerró los ojos y dejó de bailar, el señor de barba blanca dejó de tocar la cajita y la música paró. La gente empezó a irse siguiendo la bocanada de humo impregnada en aquel sombrero de copa que se iba disipando cada vez más a la lejanía, en silencio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Se me ocurren muchas cosas al leer este texto, en el que según avanza el relato se va sintiendo la presión, la aceleración.
ResponderEliminarEs un texto más profundo de lo que parece, al menos a mí me llevado a varias reflexiones:
- Estamos atados a un destino (esa caja) que nos empuja a continuar, a un ritmo superior al que a veces podemos aguantar.
- Todos sentimos en alguna ocasión la mirada de alguien que nos reprueba, alguien que nos inquieta porque no conseguimos saber qué piensa o siente respecto a lo que hacemos.
- A veces estamos frente a otros sufriendo sin que éstos se percaten, ajenos de nuestra indefensión (el público continua sus risas frente a ese estres del monito)
Es bueno. Me gusta.
Un abrazo.
Esta historia se repite y se repetirá cada vez que un humano utilice a un mono para la entretención humana, esta historia es cruel e inhumana y lo digo con todo el derecho que me otorga el dirigir un Centro de Rehabilitación y Rescate de Primates donde han llegado mas de 100 monos rescatados de circo y con las secuelas de su vida en este triste cautiverio (hemos rescatado mas de 250 monos, de los cuales unos 100 son de circos)
ResponderEliminarAdrián...
ResponderEliminarEl hecho de mofarse del prójimo, ya sean animal o persona, ya es algo que ocurre desde la prehistoria. Es uno de los actos más egoistas e incivilizados de nuestra raza. ¿quienes somos? ¿seres superiores? ¿los creadores de todo? imaginar al monito asustuda mientras veía la cara de aquel hombre y las risas y mofas del público me da grima...
Un abrazo
La sorna hacia cualquier ser viviente, siempre constituirá una parte oscura del ser humano. Al leer el relato, pensé en la extinción física del monito. Me apreció triste. Creo que la burla es tan dañina que puede llegar a matar anímicamente a otro; en casos excepcionales, puede matarlo.
ResponderEliminarun gusto leerlos.
Cordiales saludos
A mi me ha causado una extraña sensación el relato, un agobio en aumento, un miedo que crece, una oscuridad anticipo del desastre.
ResponderEliminarNunca me gustaron los números con animales, siempre percibí, antes que diverción, sufrimiento.
Buen texto
Saludos
Una bella historia, pero cruel, parece mentira el daño que puede llegar a hacer la burla.
ResponderEliminarUn beso.
Antes que nada, quiero agradecerles aquellos que han leido y comentado este texto, en especial a SIETELETRAS por haber interpretado tan bien este humilde intento de fábula.
ResponderEliminarQuiero agregar sutilezas del texto como el "señor de barba blanca" como un Dios o algo supremo, o la verdad, o aquello que cada uno supone que hace girar la cajita musical al ritmo que quiere, dándonos la vida.
El hombre de sombrero de copa representa la muerte entre otras cosas.
También el texto es una parábola: hoy somos alabados, mañana por lo mismo burlados, después seguramente olvidados.
En fin, es un texto que no atrapa (a la primera lectura), pero que tiene muchas capas.
Me encantó que cada uno haya interpretado esas capas como le haya surgido.
saludos