lunes, 22 de noviembre de 2010
Juzgando antes de tiempo.
En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa. La mesera puso un vaso de agua en frente de él. "¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con almendras?" pregunto el niño.
- "Cincuenta centavos", respondió la mesera.
El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.
- "¿Cuánto cuesta un helado solo?", volvió a preguntar.
Algunas personas estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente.
- "Treinta y cinco centavos", dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
- "Quiero el helado sólo", dijo el niño.
La mesera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fué.
El niño terminó el helado, pagó en la caja y se retira a paso lento. Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vió. Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos: su propina.


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Sí,eso suele ocurrir que antes de que se produzca un hecho nos pongamos la venda antes que la herida.
ResponderEliminarMuy bueno,Adrián
Saludos
@Felipe
ResponderEliminarBuen refran , querido Felipe, un condimento mas a el relato.
Abrazos.
Hola Adrián :) vengo desde el blog Mi pluma de cristal de nuestra querida amiga María, que me propuso la entrevista, y quiero agradecerte tus amables palabras.
ResponderEliminar---
Nos traes una gran lección de vida, de la mano de un niño; y es que solemos prejuzgar con demasiada ligereza a las personas, y por cualquier motivo externo.
Nos seguiremos viendo :)
dos abrazos
@MariluzGH
ResponderEliminar¡Hola y bienvenida! Muchas gracias por visitarme. Realmente María está haciendo un genial trabajo en su sitio con las entrevistas. Nos trae personas muy interesantes. Tu entrevista ha sido maravillosa y a través de él he conocido tu sitio.
Gracias también por tus palabras.
Un abrazo.
Hola Adrián, amigo, digno ejemplo has planteado en tu microrrelato. Deberíamos conservar la moraleja como guía para nuestras vidas. Me encantó visitarte. Un abrazo
ResponderEliminarHola, amigo Adrián:
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este ejemplo que has puesto del niño y el helado, y es que es cierto, solemos juzgar a las personas antes de tiempo, y eso es un grave error, del que no deberíamos volver a caer, pero siempre solemos caer en la misma piedra dos veces, porque somos humanos.
Antes de juzgar a nadie, démonos cuenta de estas historias que nos sirven para abrirnos los ojos.
Te deseo una feliz semana.
Un beso.
Muy bueno el relato que compartís, Adrián!!
ResponderEliminarExcelente enseñanza para nunca prejuzgar a nuestros semejantes.
Un beso para vos.
Lau.
@Millz M
ResponderEliminarEstimada amiga, muchas gracias.
Si yo creo que además de no hacer uso de la mala costumbre de juzgar antes de tiempo, deberíamos fijarnos también en las acciones posteriores.
Otro abrazo para vos.
@MaríaAs´es. Además el supuestamente torpe que debería tropezar por su poca experiencia en la vida resulta tener actitudes más humanas. Deberíamos ver la inocencia en muchas actitudes... son muy bellas dejando los prejuicios de lado.
ResponderEliminarABrazos.
@Laura de BifeSi es una malaria instalada en la sociedad como un virus que no sabemos combatir. Muchas malas costumbres que ganan posiciones.
ResponderEliminarAbrazo.
Juzgar antes de tiempo...eso a lo que somos tan dados.
ResponderEliminarUna hermosa historia con su correspondiente moraleja.
Saludos
Adrián...
ResponderEliminarMaravillosa lección de humildad de este pequeño. Tenemos una tendencia abrumadora en esta sociedad a prejuzgar a los demás, a "etiquetar" y cuesta mucho trabajo ofrecer al próximo el beneficio de la duda.
Me quito el sombrero...
Un abrazo
Si es que de los niños tenemos mucho que aprender.
ResponderEliminarbesos
nela
Una historia hermosa con un bello mensaje. No hay que juzgar antes de tiempo, a veces los más pequeños pueden dar grandes lecciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Adrián,sigo con mis problemas para entrar a tu blog,y espero poder coemntar sin sobresaltos,es obvio que el inconveniente es de mi computadora.
ResponderEliminarSobre tu transcripción quisiera decirte que:no sólo las personas no podemos parar de juzgar,sino que este niñito hizo en un solo acto "lo bien aprendido de su hogar"...,es decir te diré algo bien cortito:
"Señor se nace,no se hace".
Besos.
Ambar...
@TriniReina
ResponderEliminarUn halago leer tu comentario. Que fácil parece leerlo, ¿no estimada?.
Abrazos.
@Nela
ResponderEliminarY deberíamos seguir haciéndolo , querida Nela.
Besos.
@Felix Casanova
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo. Si incrementa día a día este tipo de tendencias, seguramente se encuentra atado a lo que ocurre en nuestros alrededores que nos sacan los piés de la tierra y perdemos el rumbo de lo correcto.
Abrazos.
@Ambar
ResponderEliminarQuerida amiga, ojalá que esto de los problemas de tu pc no te canse y sigas opinando de esta manera. Si sólo pudiera entender que es lo que te ocurre... el tiempo lo prooverá.
Si, este tipo de actitudes pueden dejar en ridículo al mismísimo presidente de una nación, rebalsa de buenas acciones y caballerosidad, respesto, honestidad y solidaridad. Demasiado como para reaccionar...
Un beso.
Un relato que conmueve Adriá. Enseña mucho, muchísimo. A ser mejores personas y compartir.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Muy grato leerlo.
Hola Adrián,
ResponderEliminarMuy bonito relato para dejar como merecida "bofetada" a todos los que nos apresuremos a juzgar los demás la candidez de un corazón de niño más preocupado en dejar contentos los demás que a él mismo.
Un fuerte abrazo.
Yo me quedaría corta con lo que diga depués de leer el comentario de sagitarire. Me ha encantado este post. Sabes? Refleja la mezquindad de nuestras almas cuando no comprendemos que las actitudes o comportamientos de los demás tienen razones para proceder de una manera que nunca estamos dispuestos a entender por lo ensimismados que vamos por la vida. Deberíamos aprender a ser generosos, a dar más de nosotros. La siembra da sus frutos, buenos o malos, pero los da. Elegimos nosotros, ahí está lo que se conoce como libre albedrío.
ResponderEliminarY bueno, que me ha encantado mucho leerte por mi sitio y me ha encantado muchísimo venir a leer tu post. Un abrazo muy fuerte,
Andri
Hola Adrián, me encantó el relato y resulta más efectivo por ser un niño el protagonista. Me recordó a un capítulo del libro de Paul Watzlawick “El arte de amargarse la vida” Espero no abusar de tu espacio, se trata de “La historia del martillo”:
ResponderEliminar"Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: « ¡Quédese usted con su martillo, so penco!»”
Gracias por hacerme reflexionar de una manera tan grata. Un abrazo fuerte
Me ha encantado, Adrián, efectivamente a veces se juzga muy a la ligera.
ResponderEliminarMe causa ternura imaginar a ese niñito generoso.
Un abrazo grande.
Hola, Adrián, no tienes nada nuevo pero te dejo mis saludos.
ResponderEliminar@Mariela Marianetti
ResponderEliminarLa inocencia lleva sabiduría, es algo que los chicos nos regalan y hay que saber aprovecharlo.
Fuerte abrazo.
@María
ResponderEliminarGracias por la gentileza querida amiga.
Un fuerte abrazo.
No se me olvidó que una visita recibí con mucho calor, y que mejor devolverla con gran ilusión ofreciéndoles mi casa para lo que sea menester.
ResponderEliminarAlgunos de los que han leído esto en otros blogs dirán que pesado de tío siempre igual ya podría el chip cambiar.
Mis molinos ya no son míos con la crisis me los han confiscado sacando un edicto con un singular comunicado.
Los molinos de jose para que el pueblo lo disfrute y no sólo para el, así que ya lo sabéis a vuestra disposición queda, para que no solo los visitéis os podéis quedar pernoctar y grandes VIVENCIAS con otros experimentar, y si os apetece leer y escribir, para que me entere vuestras palpitantes alegrías risas lloros o desilusiones, y lo podéis hacer con todo el decoro que lo sabéis hacer.
Un saludo desde los madriles de Madrid
Hola Adrián
ResponderEliminarGracias por tu visita, te quería avidar que el blog que ahora mismo actualizo casi diariamente es :
http://ana-diaadia2.blogspot.com/
Besitos
Ese día la camarera aprendió una bella lección con la actitud del niño.
ResponderEliminarAprendámosla nosotros.
Precioso.
Un abrazo
Te encontré Adrian!!
ResponderEliminarVine a agradecer tu presencia y tus palabras.
Ya dije en un comentario en la entrada de hoy, que tenéis un blog muy interesante, algo complejo con varios colaboradores que en mi opinión, suelen dispensar mas los temas y pensamientos, yo amo la síntesis y la unidad que casan con la intimidad. No sermoneo mas.
Un abrazo
@Ana
ResponderEliminarQue tarde he leído este comentario, ya siento verguenza, jaja. De todas formas ha servido ya que me he hecho tu seguidor.
Abrazos.
@Amig@mi@
ResponderEliminarLa ley del más pequeño con el más grande. Como las que nos contaban nuestros abuelos para darnos ánimo. Abrazos.
Es un relato precioso, pero sobretodo aleccionador. Como podemos el el pequeño da una lección de humildad y gratitud que muchos de nosotros somos incapaces de dar.
ResponderEliminarBuena labor la de difundir mensaes tan positivos a través de los relatos cortos, amigo.
Mil besos.
@Tani
ResponderEliminarHay temas claves en este relato: brevedad y el protagonista es un niño. Nuestra sensibilidad nunca es ajena al poder de observación de nuestros niños y nuestra mente se retuerce en remordimientos cuando el ejemplo lo dan ellos y no nosotros, como debería ser.
Besos cálidos para México y mi querida amiga.
@Tani
ResponderEliminar@Tani
Hay temas claves en este relato: brevedad y el protagonista es un niño. Nuestra sensibilidad nunca es ajena al poder de observación de nuestros niños y nuestra mente se retuerce en remordimientos cuando el ejemplo lo dan ellos y no nosotros, como debería ser.
Besos cálidos para México y mi querida amiga.