Notas : Poesía y Matilde Alba Swann

MATILDE ALBA SWANN

No nos sorprende el descubrimiento tardío en la literatura. Esto puede ocurrir en toda una Nación, como sucedió con Kafka, o puede ocurrir en el solitario estudio de un hombre. La poesía actual adolece de rostros anónimos. Matilde Alba Swann, no obstante, obtuvo su merecido reconocimiento, y para muchos fue una de las mejores escritoras de los últimos tiempos; nosotros adherimos a dicha afirmación, si aquella significa algo.

Vindicamos su cautivadora poesía, sin deslumbrarnos por la pomposidad de una nominación al Nobel (cuyo últimos ganadores no queda uno recordable). Hay en ella esa simple cosa que exigimos en todo poeta: la sinceridad. No descuidó el tratamiento de las palabras y la música; con poco menos de lo elemental, escribe los versos para el canto, y no para la mera lectura.

Se recibió de abogada en el 1933, y ejerció ese cargo durante cincuenta años. Fue una ferviente defensora de las minorías, y este hecho poco común convenció a varios de llamarla poeta social. No nos emociona demasiado ese título, aunque en sus poemas abundan temas como la pobreza infantil.
Transcribiré unos versos que merecen, para nosotros, alguna observación:

Estos versos que nunca leerá nadie,
sin palabra, la tierna
dulce estrofa
silenciosa en costura
de domingo

Acaso el primer verso (el poema hablando de sí mismo, y siendo nosotros cómplices del error) es lo que nos cautiva; después sentimos la suavidad en la elección de las palabras, que no llega a ser aliteración, pero que abunda en casi toda su obra. Otro bello poema es Grillo y cuna, que por complicaciones de espacio no transcribiremos del todo, pero dejaremos aquí un par de estrofas inolvidables:

Juntó flores de luna dormidas
en el agua, mi madre
y me las trajo,
con un azul silencio
robado de algún sueño de río
a ser mi canto.

El viento entonces iba
silbando
como un hombre
que vuelve del trabajo,
mi padre, como un ala de viento
sacudía
las ramas a su paso,
y a veces su latido temprano,
más temprano
que el bronce aún, despertaba
tañendo
campanarios.

La belleza de la primera estrofa habla por sí sola. La genialidad reside en las dispersas imágenes que evoca y en la elevada imaginación. En la segunda estrofa puede parecernos extraño dos comparaciones consecutivas, pero al fin comprendemos, no sin alivio, que la segunda emite el efecto contrario de la primera.
Creemos que su mejor libro es Crónica de mi misma (1980), que hasta en el título nos recuerda a Whitman.

Fuénte: Panorámica Del Observador, José Ignacio Alonso, Notas destacadas , Literatura , Poesia , nos reservamos los derechos.